Todas Las Hadas Del Reino by Laura Gallego

Todas Las Hadas Del Reino by Laura Gallego

autor:Laura Gallego
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Fantasia
editor: eBook's Xibalba
publicado: 2015-07-04T16:00:00+00:00


La elijo a ella

En el palacio real de Zarcania le informaron de que el príncipe Alteo había partido poco después del mediodía y aún no había regresado. El rey añadió que, por lo que sabía, su hijo acudía a cortejar a una bella princesa. Se había dado mucha prisa en organizar el viaje, mostrándose muy misterioso con respecto a su destino y la identidad de la afortunada.

—Pero tú estarás mejor informada que yo, ¿no es cierto? —añadió el monarca frunciendo el ceño.

Camelia respondió con evasivas y se despidió de él, asegurándole que todo estaba bajo control. No obstante, se sentía profundamente preocupada. ¿Adónde había ido Alteo con tanta prisa? ¿Y cómo había acabado su petición de audiencia en el fondo de su faltriquera?

El único modo de averiguarlo era localizar al príncipe e interrogarlo al respecto. Camelia cerró los ojos y se concentró en el vínculo que la unía con todos y cada uno de sus ahijados. La ausencia de los mellizos al otro lado resultaba patente y dolorosa, pero trató de centrarse en los jóvenes que sí permanecían bajo su protección. Halló por fin el lazo que la conduciría junto a Alteo, inspiró hondo e invocó a su magia para que la transportara hasta allí. No sería sencillo, porque el joven no había requerido su presencia; por esta razón, cuando abrió los ojos y se vio ante una torre sin puertas, cuya cúspide se elevaba orgullosamente hacia el cielo nocturno, pensó que el hechizo había fallado. Pero entonces descubrió a un caballo que pacía a los pies de la torre, agotado y sudoroso; y después vio una escala hecha de sábanas y ropajes diversos que caía hasta el suelo desde una ventana iluminada…

—¡Verena! —exclamó para sí misma, irritada.

Apareció súbitamente en la alcoba de la muchacha y la sorprendió tendida en su diván, entre los brazos de un caballero que la besaba con pasión. Camelia carraspeó sonoramente, y los dos se sobresaltaron y se volvieron para mirarla, con expresión culpable. El hada trató de pasar por alto el hecho de que ambos iban bastante ligeros de ropa, y también que el blanco escote de la princesa mostraba ya señales de los ardientes besos de su acompañante. Pero cualquier comentario que pudiera hacer al respecto murió en sus labios cuando reconoció al joven, y los dos, caballero y princesa, exclamaron al mismo tiempo:

—¡Madrina!

Camelia parpadeó, desconcertada.

—Alteo —pudo decir—. ¿Puede saberse qué diablos haces aquí?

Pero los dos enamorados no la escuchaban. Se miraban el uno al otro, tan perplejos como su hada madrina.

—¿Qué… qué acabas de decir? —balbuceó Verena.

—No, no…, ¿qué es lo que has dicho tú? ¿Cómo la has llamado?

—Como debo llamarla —replicó ella—. Es mi hada madrina, la que me mantiene presa en esta torre por mi propia seguridad.

—Debe de haber un error —farfulló Alteo, aturdido—. Ella es mi hada madrina. No puede ser la tuya también.

—Los dos sois mis ahijados —intervino Camelia, irritada—. Y se supone que no debíais conoceros. ¿Cómo has llegado hasta aquí, Alteo? ¿Por qué no has acudido



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.